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Revisar los cimientos con nuevos ojos

Revisar los cimientos con nuevos ojos

Luis Mariano Acévez

Madura, joven y vigente. Esas son características sobresalientes de la disciplina del Desarrollo Humano en México. Es madura, porque medio siglo de existencia implica necesariamente la capacidad para crecer, multiplicarse y adaptarse. Es joven porque siempre tendrá por delante un largo camino, en la medida en que nunca termina el viaje del desarrollo personal y el encuentro con los demás. Es vigente porque, en el contexto actual de México y el mundo ¾muy diferente al de hace 50 años¾, el desafío para la disciplina sigue siendo el mismo: mantenerse en la punta, constituirse en brújula para la incesante construcción de una sociedad más conciente, más solidaria y más justa. La tarea central es la misma: fecundar procesos personales y grupales que conduzcan a la felicidad, a una mejor comprensión del significado de ser humanos.

Lo que ha cambiado notablemente en estos últimos cincuenta años es el entorno cultural, debido sobre todo al desarrollo científico y tecnológico. La profusa investigación y los hallazgos de la física y de la biología ¾por ejemplo¾ moldean una visión del universo y de nuestra humanidad que es mucho más compleja y más impresionante. Si hay un sentimiento que pueda describir el vertiginoso desenvolvimiento de la ciencia y la tecnología en el último medio siglo, es el azoro. Junto con eso tenemos ¾como nunca antes¾ un amplísimo acceso a la información y vastas redes sociales que, con un formidable dinamismo, nos permiten compartir mucho más que preguntas y respuestas. De alguna manera, nos compartimos a nosotros mismos y formamos parte de nuevas comunidades.

Ante ese remolino de cambios e innovaciones, es normal que vivamos todavía una etapa de confusión. No entendemos plenamente lo que pasa. Eso sucede siempre que aparece una nueva tecnología: nos aferramos a las estructuras mentales anteriores, las que nos permitían entender al mundo y entendernos a nosotros mismos. Pasó un buen tiempo antes de que se comprendiera el impacto cultural y mental de la invención de la imprenta, del cañón, de la máquina de combustión interna o de la televisión, por ejemplo. Pasará tiempo para que acabemos de captar y entender el significado de nuestra era digital. Mientras tanto, hay que aprender a sobrevivir en esa confusa incertidumbre y a manejarla todos los días. No es tarea fácil, pues se están formando nuevos paradigmas de pensamiento y eso pone en juego creencias, supuestos y valores. Es un momento que tiene sus riesgos y sus dificultades, pero se trata también de una oportunidad extraordinaria. A lo largo de cincuenta años se ha ido decantando y amacizando un conjunto de conocimientos teóricos y experimentación práctica en el campo del Desarrollo Humano. Ahora es necesario revisar las creencias, supuestos y valores que sustentan nuestra disciplina, para calibrarlos. Bajo la luz de este momento, hay que revisar los cimientos para comprobar su solidez y su utilidad o para cambiarlos si fuese necesario.

El fenómeno de la conciencia y la estructura genómica, por ejemplo, son cada día menos misterio y más certeza. La apertura a la experiencia, uno de los ejes de la salud personal propuestos por Rogers, tiene ahora dimensiones nuevas. La simultaneidad, la globalización y la posibilidad de experimentar situaciones en tiempo real, son nuevas condiciones de la vida diaria. La amplitud y horizontalidad de la comunicación a través de la Red eran desconocidas hace 50 años. La empatía, puesta en duda por muchos en los años 90, es ahora un ingrediente aceptado por las neurociencias para la investigación del cerebro. Como nunca antes, la creatividad es un modo de ser indispensable para seleccionar, asociar y contrastar información en un océano de incertidumbre.

Aceptar a los demás es un desafío creciente. Se trata de construir un inmenso abrazo para incluir a los otros, que son muchos ¾más que nunca¾ y que manifiestan abiertamente sus diferencias en una gama extensa. Las relaciones humanas, en el marco de las relaciones entre culturas y países, han adquirido una complejidad antes desconocida. Navegando ese océano, cada uno va haciendo su camino. Y en ese camino, hay un suicidio en el mundo cada cuatro segundos. La psicología evolutiva plantea temas que proponen una visión diferente del ser humano y hay valiosos acercamientos y testimonios de una espiritualidad que es posible sin las religiones.

La humanidad es un muestrario vivo de su propia historia, que no es lineal ni secuencial, sino simultánea. En este momento hay comunidades y grupos humanos que viven en la edad de piedra, algunos con usos y costumbres inadmisibles para la conciencia del siglo XXI. Grupos sin acceso a la nutrición ni a la salud ni al trabajo (mucho menos a la Internet) mientas otros nadan en la abundancia y el desperdicio. Hay sociedades que consideran a las mujeres como objetos que deben velarse y otras sociedades que las convierten en maniquíes maquillados y negociables. Hay niñas y niños sobreviviendo en la esclavitud. Hay religiosos fanáticos y vociferantes y religiosos comprometidos en silencio con el amor al prójimo. Hay ciudades que reconocen el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo y países donde la muerte es sentencia para ellas. Hay religiones renaciendo exacerbadamente y otras religiones que parecen ciegas o enfermas. Cabalgan arrogantemente dioses de la guerra y de la violencia. Hay ateos orgullosos de su ateísmo y ateos que se ocultan para sobrevivir. Millones mueren de hambre y todos los días tiramos a la basura toneladas de alimentos. Provocamos la desaparición de especies invaluables de animales y plantas. Y la danza de Internet es incesante: Shakira suma 26 millones de seguidores en Twitter; López Dóriga cuatro millones, cerca del Papa Francisco que tiene cinco y lejos de López Obrador que tiene 24. En Youtube podemos ver cómo se cortan cabezas en nombre de Dios. Organizamos maravillosas exposiciones de El Greco. Presenciamos historias de corrupción y también hermosos partidos de futbol. Disfrutamos del cine. Tenemos acceso gratuito a muchas grandes obras literarias y escuchamos la Novena sinfonía de Beethoven como si acabara de escribirse. Perdemos hermanos y amigos, sufrimos huracanes y terremotos, pero cada año vuelve la primavera, el verano y los chiles en nogada y nos llenamos de asombro al ver nacer y crecer a nuestros nietos…

¿Qué significa este mosaico vivo, agitado y contradictorio que es nuestro mundo y nuestro México joven, doliente e injusto, ¿qué tiene que decir y aportar la disciplina del Desarrollo Humano?

Más allá de las investigaciones valiosas y puntuales ¾indispensables y nunca suficientes¾, importa destilar los principios y los fundamentos de este talante, de este modo de ser. Importa realizar una revisión crítica y valiente. Correr el riesgo y entrar de lleno en el universo de la tecnología para dejar que nos envuelva. No basta considerar su utilidad como si solamente fuera un vehículo para dar mayor alcance y difusión a los principios del Desarrollo Humano. Es necesario mirar esos principios con otros ojos. Aceptar que estamos inmersos en un proceso irreversible, en el que somos actores tanto como espectadores, por el que nuestra mente y nuestro pensamiento se transforman permanentemente. Es necesario abrir preguntas como estas: ¿cómo es que estamos pensando hoy? ¿a partir de qué supuestos?

¿Qué validez tienen los parámetros con que estamos interpretando al mundo? ¿Qué impacto tienen los descubrimientos científicos y la tecnología sobre la conciencia y sobre las creencias que consideramos fundamentales? ¿Cuáles se consolidan? ¿Cuáles se debilitan? ¿cuáles desaparecen?

¿Cómo queremos que sean nuestras relaciones con los demás?

El edificio que hemos construido es amplio y generoso. Tiene muchas estancias, que dan cabida a enfoques variados y a distintos modos de proceder, a partir de fundamentos compartidos. Se apoya en cimientos comunes y firmes.

A 50 años de distancia, es conveniente revisar esos cimientos con nuevos ojos.

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