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Nuestra profunda sabiduría

Nuestra profunda sabiduría

Marijé Macías Hernández

Culturalmente se enseña a darle valor a la razón y a ser lo que debería prevalecer al tomar decisiones desde triviales hasta trascendentales. Pero, ¿qué hacer con esa vocecita interior o sensación interna que trata de comunicarse y que va más allá de la lógica, que promueve la creatividad, que da señales de peligro y que da información de las demás personas?

Para algunos es un acto de magia, para otros es el sexto sentido o simplemente un presentimiento y habrá quienes digan que es una manifestación divina, el hecho es que la intuición es una habilidad que en mayor o menor medida ha sido experimentada por todos. En efecto, la intuición es una cualidad humana (Kamm, 24) que se puede ignorar o que puede desarrollarse y utilizarse como herramienta en el quehacer diario.
 
¿Qué es la intución?

La palabra intuición viene del latín “intueri”, que se traduce más o menos como “mirar hacia dentro” o “contemplar” (Díaz Barreiro). Es la facultad de interpretación, nos permite tener presentimientos de lo que va a suceder, de lo que es bueno y correcto, y lo que no. Tiene la capacidad de darnos el camino para resolver los problemas de la vida, ayuda en situaciones interpersonales, para desarrollar nuestra conciencia; interviene muy a menudo, tanto si se trata de tomar una decisión importante como de efectuar una elección en temas profesionales o durante encuentros con los amigos. Nos permite percibir la vida con una mirada distinta y acceder a otras dimensiones que van más allá de la mente.

Se trata de una sabiduría innata (Kamm, 30) y susceptible de ser cultivada, que en ciertas situaciones nos aporta un conocimiento inmediato, sin que participe la razón. Dice Osho (2005) que la intuición no es algo que se pueda explicar científicamente porque no es algo científico sino un fenómeno irracional. Es algo que va más allá del intelecto porque éste es cerrado, limitado, inferior; mientras que la intuición es infinita, no tiene fronteras, viene de una realidad superior. La mente tiene muchas funciones, nos ayuda a aprender conceptos pero llega un punto donde ya no puede trascender.

“La intuición hace sabio al hombre, lo puedes llamar iluminación o despertar, no son más que distintos nombres de la sabiduría. Sólo en manos de la sabiduría se puede usar el intelecto como un maravilloso ayudante.” (Osho, 25).

Cada vez que tenemos una corazonada o un presentimiento que se revela después cierto, estamos haciendo uso de nuestra intuición. Esta facultad que todos llevamos en mayor o menor grado nos aporta explosiones de conocimiento certero sin necesidad de utilizar el razonamiento lógico. La mente intuitiva tiene acceso a una cantidad infinita de información que no siempre ha sido recaudada en su totalidad directamente de experiencias personales, sino que también acude a un depósito profundo de sabiduría y conocimientos: la mente universal (Gawain, 24).

El filósofo y místico hindú Sri Aurobindo creía que “el conocimiento intuitivo es una luz que se enciende en el silencio y todo está ahí, ni más arriba ni más abajo, justo bajo nuestros propios ojos, esperando que nos aclaremos. No es tanto una cuestión de elevarse a uno mismo como de despejar obstáculos”. (Cornelissen, p. 292-293).

Resumiendo y haciendo uso de las palabras de Osho (2005): intuición es nuestra conciencia, es nuestro ser.

Instinto e intuición

Usualmente la gente puede utilizar los términos instinto e intuición de manera indistinta y como si fueran sinónimos, sin embargo, aunque están relacionados, son diferentes. El instinto tiene que ver con lo natural, lo animal, lo que nos viene programado genéticamente, mientras que la intuición contiene información más elevada, mucho más amplia que no sólo tiene que ver con la naturaleza y la supervivencia, sino también con el desarrollo de la vida espiritual y la conciencia.

Osho, citado por Díaz Barreiro en su artículo La intuición, nos dice que cuando el cuerpo funciona espontáneamente, se le llama instinto. Cuando el alma funciona espontáneamente, se le llama intuición.

“Son dos cosas semejantes y a la vez alejadas entre sí. El instinto pertenece al cuerpo, lo burdo; la intuición pertenece al alma, lo sutil. Entre las dos cosas se encuentra la mente, la experta, que nunca funciona espontáneamente. La mente significa conocimiento.

El conocimiento nunca puede ser espontáneo. El instinto es más profundo que el intelecto y la intuición está por encima del intelecto. Ambos trascienden el intelecto y ambos son buenos. Puedes dividir tu individualidad simplemente para comprenderla; de lo contrario no hay división. Es una sola unidad, entera: la cabeza, el corazón y el ser. El intelecto es el modo de funcionar de la cabeza, el instinto es el modo de funcionar de tu cuerpo y la intuición es el modo de funcionar de tu corazón. Detrás de estos tres elementos está tu ser, cuya única cualidad es la de testigo.”

Así pues, instinto es nuestra inclinación innata hacia un comportamiento particular (en oposición a una respuesta aprendida). Un presentimiento o corazonada es una sensación que aparece rápidamente en la conciencia sin que seamos totalmente consientes de las razones que yacen ocultas a su aparición. Finalmente, la intuición propiamente dicha es un proceso que nos da la habilidad de saber directamente algo sin un razonamiento analítico, haciendo un puente entre las partes consientes e inconscientes de la mente y también entre el instinto y la razón.

En esencia, necesitamos tanto el instinto como la razón para tomar las mejores decisiones de nosotros mismos, en nuestros trabajos y con la familia. Desafortunadamente, muchos de nosotros, aun cuando hayamos experimentado éxito al usar la intuición nos sentimos que algo falta y dudamos de nuestra propia capacidad buscando un sustento lógico y racional. Podemos sentirnos avergonzados de decir que hemos logrado algo sólo al seguir lo que “nos late”, desconfiamos de los mensajes, a veces encriptados, que nuestros instintos nos manda y en consecuencia disminuimos el poder de la intuición aún en los momentos en que más la necesitamos.

¿Cómo desarrollar la intuición?

Antes que nada, debemos decir que se necesita práctica (Kamm, 24), sólo practicando es que podremos afinarnos en el arte de escuchar lo que somos y lo que nuestra percepción tiene que ofrecernos. La información importante está en cada uno de nosotros, es cosa de preguntarnos, esperar y dejar que nuestra sabiduría nos hable.

Para ello es primordial prestarnos atención a cada momento a fin de tomar conciencia de los diálogos interiores, abrirle paso a nuestro ser observador y compartir lo que sentimos, comparando y confrontando nuestra percepción con la del otro para ver si estamos en lo correcto o no. El trabajo espiritual no es más que observar, a lo largo y ancho, quiénes somos actualmente, qué hacemos y dónde estamos, así como tu predisposición para crecer (Kamm, 25).

El ensayo y error funciona desde tiempos inmemoriales y aquí no se trata de no fallar, sino de explorar y aprender. En la medida que nos aventuramos al maravilloso mundo que se encuentra dentro de nosotros es que nuestra voz interior se va haciendo más fuerte, sobresaliendo del ruido de los pensamientos. Este ejercicio estimula al músculo de la autopercepción y éste alimenta nuestra intuición. Porque intuir no es predecir, sino que percibir lo que nos sucede y con ello abrimos una puerta a escuchar lo que posiblemente les sucede a los demás. Podemos equivocarnos, pero la puerta ya está abierta.

Para la mayoría de las personas, un poco de práctica y tiempo resultan suficientes para adquirir conciencia de las sensaciones intuitivas. El siguiente desafío es aprender a interpretarlas y actuar en concordancia con ellas de manera práctica. Asimismo, existen dos factores que impiden que podamos aplicar de forma eficaz nuestro sexto sentido en la toma de decisiones: nuestra desconfianza de todo lo que no sea racional; y que estos mensajes se manifiestan simbólicamente y de modo fragmentario.

Existen varios ejercicios que nos ayudan al desarrollo de la intuición, como por ejemplo la visualización, el uso de la imaginación, la meditación, el juego, escribir, soñar, hacer conciencia de uno mismo, hablar con el cuerpo, contactar con las emociones, etc. (Gawain, 2002); sin embargo, sólo me detendré en un par de ellos que desde mi perspectiva dan apertura a que se desarrolle el resto.

Me refiero a la práctica meditativa y a la creación de espacios de escritura:

a) Meditar

Estar atentos y ser plenamente conscientes, segundo a segundo, de nuestros pensamientos y sentimientos, de nuestro cuerpo y movimientos, de todo nuestro entorno. Eso es meditación. Estar aquí y ahora
La meditación es una herramienta que sirve para introducirnos en nuestro interior y ver nuestras deficiencias psicológicas, emocionales y físicas. Y, desde el conocimiento de lo que somos en realidad, comenzar el camino de nuestra propia recuperación. Normalmente vivimos en un estado de tensión y estrés en el que nuestros problemas más profundos quedan enmascarados por otros sucesos más triviales o también por la sucesión de los días en un trabajo y quehacer rutinarios. Es así que solo estando en quietud y silencio podemos dar el brinco hacia nuestro interior y permitirnos escuchar lo que nuestra intuición tiene que ofrecernos.

La intuición abre sus puertas a través de la meditación. La meditación no es más que una llamada a las puertas de la intuición (Osho, 24).

La pequeña y silenciosa voz de la intuición no puede escucharse de las palabras en desacuerdo o de la discordancia de dos mentes. Solamente en el silencio puede oírsele; y es tan sutil que se desvanece tan pronto se pronuncian las palabras. En la meditación, uno se vuelve intuitivo, y se acerca a la verdadera fuente de la real verdad: la propia.

La meditación nos permite ver lo que es real más claramente, experimentarlo más directamente, responder a ello en forma más apropiada tal como el hecho es ahora, sin ser perturbados por lo que nos dicen nuestras mentes acerca de lo que podría o debería suceder, o de lo que aconteció la última vez. En realidad nos ayuda a silenciar el ruido de nuestras mentes para lograr percibir a nuestros sentidos, escuchar a nuestro observador y dejarnos influir por nuestras intuiciones; otro modo de decirlo es que nos hace sentir más vivos, más plenamente aquí y ahora, con menos máscaras, más reales y en mayor unión con el Todo.

Al respecto de la meditación ya desde inicios del siglo pasado, Alice Bailey en su libro Del intelecto a la intuición (2006) decía:

“Hemos tocado el punto en que la meditación es un proceso por el cual la mente se reorienta hacia la Realidad y que, correctamente empleada, puede llevar al hombre a otro reino de la naturaleza a otro estado de conciencia y del Ser y a otra dimensión. La meta de la realización se traslada a esferas más elevadas del pensamiento y conocimiento. ¿Cuáles son los resultados definidos de esta reorientación?

Ante todo diremos que la meditación es la ciencia que permite llegar a la experiencia directa de Dios. Aquello en que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, deja de ser el objeto de la aspiración, o el símbolo, para nosotros, de una posibilidad divina. Conocemos a Dios como la Causa Eterna y la fuente de todo cuanto existe, incluso nosotros mismos. Reconocemos al Todo. Llegamos a ser uno con Dios cuando llegamos a ser uno con nuestra propia alma inmortal, y al producirse este grandioso acontecimiento descubrimos que la conciencia del alma individual es la conciencia del todo, y que la separatividad y división, las diferencias y conceptos de yo y tú, de Dios y de un hijo de Dios, se han desvanecido en el conocimiento y realización de la unidad.

El dualismo ha cedido su lugar a la unidad. Es el Camino de la Unión. La personalidad integrada ha sido trascendida mediante el proceso ordenado de desenvolvimiento del alma, y se ha alcanzado la consciente unificación del yo inferior o personal, con el yo superior o divino. Esta dualidad debe ser primero comprendida, luego trascendida, antes de que en la conciencia del hombre el verdadero yo se convierta en el Yo supremo. Se ha dicho que las dos partes del hombre no han tenido nada en común durante largas edades, y ambas son el alma espiritual y la naturaleza forma, pero están unidas eternamente (y aquí está la solución del problema del hombre) por el principio mente.” (29-30).

b) Escribir

Es bien sabido que escribir un diario personal puede ser una herramienta terapéutica en la que las personas, por medio de la asociación libre y de releer sus pensamientos puede reordenar las emociones de los pacientes. Sus beneficios son muchos; incluso, según un estudio llevado a cabo en Nueva Zelanda y publicado en la revista Time (García, 2014), la gente que lleva un diario personal cicatriza antes sus heridas, y no hablamos de las emocionales, sino de las físicas. Sin embargo, al margen de la terapia, también puede servirnos para crecer, progresar y conocernos mejor.
“Durante un periodo de, por lo menos, una semana anota en un diario personal cada vez que experimentes un impulso intuitivo o una corazonada por medio de tu cuerpo. Puedes, por ejemplo, sentir un entusiasmo inusual o inexplicable camino del trabajo, o puedes sentirte preocupado y tener la sensación de que olvidas algo al salir de casa. Registra todos los sentimientos que te lleguen a través del cuerpo y registra también las veces en que fueron validados. Por ejemplo, llegar al trabajo y recibir un hermoso ramo de flores sin razón aparente o enterarte de un ascenso puede validar el entusiasmo inesperado que sentiste de camino.

La mayor práctica en el reconocimiento de estas experiencias corporales tornará más fácil percatarse de la intuición e incrementará la capacidad para valerse de ella en la vida diaria.” (Gawain, 120).

Asimismo, llevar un diario permite accesar a dimensiones mucho más profundas del ser, es decir conectarnos con nuestra parte espiritual, con nuestra alma y de esta manera darnos cuenta de nuestro Ser Superior, contactar con la Unidad y comprendernos mejor en estas áreas.

“Llevar un diario también es recomendable para tu evolución espiritual. […] Trabajarás en lo que denomino «cartografiar la energía», un proceso mediante el cual pones de manifiesto pautas llenas de energía, emociones, patrones de pensamiento y comportamientos. Eso requiere escribir tu experiencia como si fueses simplemente el observador, y por lo tanto con objetividad. […] Descubrirás los «huesos» de quién eres energéticamente; percibirás la estructura energética mediante la que creas y mantienes las formas de pensamiento que sostienen tu realidad. Ese delineamiento te proporcionará información acerca de cómo utilizar eficazmente tu energía vital y también manifestará tu capacidad para sentir de manera intuitiva cualidades específicas y aspectos tanto grandes como microscópicos, de lo que estás intuyendo.” (Kamm, 25).

La intuición en psicoterapia

La intuición es una facultad que ha sido utilizada a través de los siglos por inventores, artistas, creadores e incluso científicos en la resolución de problemas y propuestas innovadoras. Para cuestiones prácticas de la vida diaria la intuición es de gran utilidad, ya que es una guía de ruta infalible a la que muchas personas recurren. Es una facultad por muchos utilizada dentro del campo de la psicoterapia, pero que también es en muchas ocasiones descalificada, devaluada y vista como magia.

Esta facultad, que la educación moderna no estimula habitualmente, no es una habilidad “supranormal” con la que cuentan sólo unos cuantos afortunados. Más bien, como ya expuse anteriormente, la intuición parece estar íntimamente ligada a los procesos de percepción, el desarrollo de la sensibilidad y la espiritualidad. El pensamiento lógico parece interferir en su surgimiento y desarrollo, distorsionando o negando algunos de los mensajes que la intuición nos envía por medio de nuestro cuerpo. Prueba de esto es que los niños utilizan mucho más su intuición que los adultos y se dejan llevar mucho más por ella, ya que no tienen tan marcada la interferencia de elementos introducidos por la educación como son la influencia paterna, por medio de los introyectos, y el pensamiento lógico, que es el modelo imperante en las instituciones educativas.

Digo esto porque como terapeutas debemos de estar abiertos a recibir los mensajes intuitivos sobre mí y sobre mi paciente. Lejos de verlos como algo negativo o que estorbe, debo de tomarlos como herramientas que enriquecerán profundamente el trabajo con el otro. Lomas citado en The Intuitive Process: The Case of Psychotherapy (Welling, 31) vio la intuición como una cualidad que enriquece enormemente la capacidad del terapeuta; más específicamente indicó la importancia en el uso de la intuición en el timing de las intervenciones como para determinar el momento en que el paciente debe tomar responsabilidad en sus acciones.

El terapeuta humanista corporal es una guía que acompaña al paciente en un proceso que va de una primera fase en la que el paciente recibe apoyo externo (del terapeuta) a una segunda fase en la que el paciente encuentra apoyo en él mismo. La intuición es lo que en oriente se ha llamado el gurú interior, el maestro interior; una vez que ha empezado a funcionar ya no necesitamos acudir a ningún otro gurú externo para pedirle consejo (Osho, 2004).

Somos holísticos (Catalfamo, 51) ya que consideramos la dimensión física o corporal (sensaciones), la dimensión afectiva (emociones y sentimientos), la dimensión racional (intelecto y los dos hemisferios cerebrales), la dimensión social (entorno) y la dimensión espiritual o transpersonal (lugar y sentido del hombre). De igual manera, la intuición es pluridimensional ya que está conformada por elementos corporales, afectivos, racionales, sociales y espirituales (Ginger, 2005). El uso de la intuición implica la integración de estas tres zonas de relación y el libre fluir de la energía.

De acuerdo con Berne (1962), “el terapeuta intuitivo es curioso, despierto, interesado y receptivo hacia las comunicaciones latentes y manifiestas de sus pacientes”, todas ellas cualidades que generalmente se encuentran en un terapeuta humanista corporal.

Conclusión

El mundo es un vasto océano de energía en el que las cosas existen unas dentro de las otras, se comunican e influyen continuamente de manera instantánea a los niveles más sutiles, mediante una especie de resonancia sincronizada.

La intuición es Dios dentro de nosotros, es aquella maravillosa y sabia voz interior que lo sabe todo, que simplemente lo sabe. Es la guía del alma, que surge espontáneamente en la persona durante esos momentos en que su mente se encuentra calmada. En la vida tenemos experiencias de inexplicables y acertadas corazonadas, muchas veces han surgido cuando la mente se ha encontrado libre de perturbaciones o en la callada quietud. En quietud, en calma, en meditación es más fácil reencontrarnos con ese lugar sagrado, con nuestra esencia, Dios en el centro mismo de nuestra ser.
Dice Kamm (2006):

“[…] una vez que decides convertirte en tu propio sanador, empieza a brillar la luz y la curación tiene lugar. Tu vida y tu conciencia cambian cuando desarrollas el poder de tu intuición, la voz de tu alma. Como resultado de tu trabajo interior, aparecerán las respuestas a tus preguntas. Y quedará liberada cualquier parte de ti que haya sido silenciada, así como cualquier faceta de tu vida que esté bloqueada.”

Todos somos uno con la divinidad, nuestros pensamientos vibran eternamente en el cosmos, en el universo por lo tanto la raíz de los pensamientos no es individual sino universal, La intuición es una verdad que tan solo puede ser percibida. La intuición es Dios hablando dentro de nosotros, es aquella vocecita que podemos aprender a escuchar en cualquier ámbito de la vida, pero especialmente como terapeutas frente a nuestros pacientes. La intuición nos ayuda a ir más allá de las creencias tanto nuestras como del cliente y es ella quien nos señala la verdad del Ser Superior que mora en el centro mismo de toda persona, situación o circunstancia que se presente. Y así entonces podemos ayudarnos y ayudarle a remover el obstáculo o creencia limitante y transmutarlo en una verdad espiritual, alineándonos con Dios.

Bibliografía

BAILEY, A. (2006). Del intelecto a la intuición. Sirio. 3ª ed.
CATAFALMO, J. (2006). Un amanecer diferente para la psicoterapia. Teoría de la espontaneidad-creatividad. Río Cuarto: Universidad Nacional de Río Cuarto.
CORNELISSEN, R. M. (2011). Foundations of Indian Psychology Volume 1: Concepts and Theories. Pearson Education India.
DIAZ BARREIRO, P. (año desconocido). La intuición. (Publicación en línea disponible en https://instituto-integra.com/intuicion-1.html)
GARCÍA, G. El poder de escribir. El país semanal. Junio 2014.
GAWAIN, S. (2002). Developing Intuition: Practical Guidance for Daily Life. Nataraj Publishing.
GINGER, S. (2005). Gestalt, el Arte del Contacto. Océano.
KAMM, L. (2006). La intuición como instrumento de sanación. Sirio.
OSHO. (2004). La Intuición. El conocimiento que trasciende la lógica. Grijalbo.
WELLING, H. The Intuitive Process: The Case of Psychotherapy. Journal of Psychotherapy Integration. 2005, Vol. 15, No. 1, 19-47.

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