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Herida y Sanación del Alma

Herida y Sanación del Alma

Psic. Gabriela Martínez Olivares

En la mayoría de los casos una herida supone un daño o una lesión ocasionada por un agente externo. En el plano emocional, es común escuchar la frase “heriste mi corazón”, que seguramente pone de manifiesto la voz de la infancia que nos recuerda el dolor de los primeros años de vida al no ser satisfecha nuestra necesidad de amor.

De acuerdo a Eva Pierrakos, los adultos continuamos deseando a lo largo de nuestra vida satisfacer esa necesidad de amor. En la Conferencia de Pathwork Núm. 73, titulada “Compulsión para recrear y superar las heridas de la infancia”, se menciona cómo el niño tiene un deseo no realista de ser amado y que por más amor que los padres pudieran ofrecerle éste siempre es superado por su exigencia; el adulto “irá pidiendo a gritos inconscientemente lo que le faltó en su niñez, ocasionando una inhabilidad de amar maduramente, transmitiendo este factor de generación a generación”.

Resalta el hecho que en muchos casos, los padres están emocionalmente inmaduros y no pueden dar a su hijo lo que ansía emocionalmente o lo brindan de manera insuficiente; y que un pequeño no puede plasmar esas necesidades en pensamientos por lo que se “somete” a lo que le dan sin darse cuenta ni entender por qué no es feliz.

Las heridas del alma

Lise Bourbeau, en su libro “Las 5 heridas que impiden ser uno mismo” señala que antes de nacer, nuestro Dios interior lleva nuestra alma hacia el medio ambiente y la familia que necesita para superar miedos, aceptarse y amarse. Supone que cuando nace un bebé, éste sabe en lo más profundo de su ser que la razón por la que ha encarnado en este planeta es para vivir experiencias que le permitan a su alma ir hacia la unidad, sin embargo al paso de los años el niño se va dando cuenta que cuando se atreve a ser él mismo altera el mundo de los adultos y deduce que su comportamiento no es bueno o correcto.

De acuerdo a la autora, la mayoría de los niños pasamos por cuatro etapas:

• Vivir con la alegría de ser nosotros mismos.
• Experimentar el dolor de no tener derecho a ser como somos.
• Vivir con rebeldía ante tal experiencia.
• Finalmente nos resignamos creándonos una nueva personalidad para transformarnos en lo que los demás quieren.

En el mismo libro, refiere que existen cinco heridas del alma: el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia, entendiendo que cada una desempeña el propósito de ayudarnos a trabajar en esta vida los temas relacionados a ella. Cualquiera que sea la herida, surge del miedo o de una oposición inconsciente que no nos permite vivir en unidad.

De acuerdo al cuadro del proceso psicoevolutivo de Spitz y Mahler (incluido en las lecturas del tercer semestre del Entrenamiento Humanista en Terapia Psicocorporal del Instituto Integra), hay cinco heridas originales que se desarrollan en etapas determinadas de la infancia y un tema a trabajar:

En la etapa Autista –del el nacimiento a los 2 meses de edad– se genera la herida del rechazo cuyo tema a tratar es el derecho a existir, que es resultado de la sensación o vivencia de haber estado en un mundo frío y hostil.

En la Simbiosis, entre los 2 y 6 meses de edad, así como en la etapa de la diferenciación )entre los 10 y los 24 meses) se genera la herida del abandono, que tiene como trama el derecho a necesitar y a ser yo/tu, resultado de la sensación o vivencia de creer que se vive en un mundo donde “no hay suficiente para mi”.

En la herida de la Humillación (o invasión) se tiene la vivencia que hay un mundo controlado donde no hay espacio para expresarse; ésta niega el derecho a ser independiente o autoafirmarse y se desarrolla en la etapa de acercamiento, alrededor de los 2 años.

La de la Traición surge de la vivencia de un mundo no confiable y competitivo, que niega el derecho a ser amado y sostenido; se desarrolla en la etapa de constancia materna, entre los 3 y 4 años de edad.

Finalmente, alrededor de los 5 años, la herida de la Perfección vulnera el derecho a ser amado sexualmente a partir de la vivencia de un mundo lleno de normas y reglas que cumplir y se desarrolla en la etapa edípica.

Bajo esta perspectiva, aceptar que tenemos una o varias heridas significa que estamos viviendo una experiencia humana que posibilita el encuentro con nosotros para descubrirlas, para darnos cuenta de cómo bloquean nuestra energía, enferman nuestro cuerpo, nos crean problemas de relación, entre otras cosas.

Aceptar que nuestras heridas también nos permiten crecer, nos da oportunidades de reconciliación con nuestro pasado y sienta las bases de un futuro en bienestar y sin juicios. Seguramente éste es el principio de la sanación del alma; para ello, los seres humanos contamos con valiosos recursos como la resiliencia, la sabiduría organísmica, la autocompasión, el perdón e incluso de recursos como la meditación.

La importancia de la resiliencia y la sabiduría organísmica en el proceso de sanación del alma.
La resiliencia, según Boris Cyrulni, es el arte de metamorfosear el dolor para dotarle de sentido, es la capacidad de ser feliz incluso cuando tienes heridas en el alma, para resistir y superar las adversidades. Cyrulni opina que existen factores que promueven la resiliencia tales como una personalidad rebelde y luchadora, la capacidad de reflexión, y responsabilidad, y la de amar y tener lazos afectivos, entre otros.

La Dra. Edith Grotberg la expone como la condición humana que permite a los seres humanos sobreponerse a las adversidades, construir sobre ellas y proyectarse en el futuro; que está centrada en los recursos, potencias y capacidades de las personas y que todos los seres humanos podemos ser resilientes, construyéndola y promoviéndola en el intercambio con otras personas. Junto con estas definiciones, Grotberg propone cuatro pilares o expresiones verbales que favorecen su desarrollo de la resiliencia: “Yo tengo”, “Yo soy”, “Yo estoy” y “Yo puedo”:

• “Yo tengo” en mi entorno social personas alrededor en quienes confío y que me quieren incondicionalmente. Personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros. Personas que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder. Personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo. Personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro, o cuando necesito aprender.

• “Yo soy” y “o estoy”, hablan de las fortalezas intrapsíquicas y condiciones personales. Yo soy alguien por quien los otros sienten aprecio y cariño. Yo soy feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto. Yo soy respetuoso de mí mismo y del prójimo. Yo estoy dispuesto a responsabilizarme de mis actos. Yo estoy seguro de que todo saldrá bien.

• “Yo puedo”, concierne a las habilidades en las relaciones con los otros. Yo puedo hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan. Yo puedo buscar la manera de resolver mis problemas. Yo puedo controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien. Yo puedo buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar. Yo puedo encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito.1

Seguramente, sin nuestra resiliencia sería más fácil quedar atrapados en la desesperanza, la victimización, la ira, la frustración, etcétera, y no tendríamos la oportunidad de ver la fuerza que hay en nuestra alma para transformar las heridas.

Por otra parte, en relación a nuestra sabiduría organísmica y de acuerdo a Carl Rogers, todos los organismos sabemos lo que es bueno para nosotros, tenemos que trabajar para penetrar la vida y dejarnos penetrar por ella, tener una vivencia del aquí y el ahora, confianza en nosotros para hacer aquello que creemos que está bien y que surge de manera natural, libertad para reconocerla y asumir responsabilidades y, creatividad. Este es un elemento básico en la búsqueda de sanación de las heridas del alma; independientemente de su origen, nuestro organismo tiene la gran sabiduría y capacidad innata de dirigirnos hacia la salud y al bienestar, es decir, la sanación del alma tiene que ver también con nuestro cuerpo, con nuestro organismo, implica reconocer no sólo su sabiduría sino también una tendencia actualizante que es una motivación innata para desarrollar nuestras potencialidades lo máximo posible para nuestro beneficio.

A pesar de contar con estos recursos, en algún momento de nuestra vida manifestamos cierta resistencia a trabajar en nuestro bienestar pues suponemos que perdemos identidad, incluso llegamos a crear una dependencia destructiva hacia la condición de vida que nos provoca la herida en cuestión.

Con la falsa creencia de que obtenemos “beneficios”, como ser considerados por los demás o que ejercemos control sobre ellos, recreamos la herida de la infancia, repitiendo, de manera inconsciente, los patrones de conducta.

Aferrarse a la herida

Caroline Myss sugiere que no todas las personas tienen el deseo de sanar sus heridas y que les es muy sencillo escudarse en ellas y en su dolor. Tienen la falsa creencia de que por haber atravesado experiencias difíciles, son acreedores de tratos especiales por lo que se aferran a su “mala fortuna” o a sus desgracias para manipular, responsabilizar a otros y no comprometerse; eligen perpetuar su dolor en lugar de sanarse. Esto sucede en buena medida porque se definen en función de sus heridas y éstas se convierten en sus trofeos, a esto le llama “culto a las heridas”. Asimismo, puede suceder que nos aferramos al sufrimiento porque es lo único que se conoce y que a partir de ello se obtiene la comprensión de los demás.

En resumen, una herida impone una limitación ya sea física o emocional, una incapacidad para estar en el mundo de manera plena; por ello trabajar en nuestra herida es el primer paso para la sanación. Lograr transformar el dolor y tomar conciencia de las trampas que nos tendemos al sostener las heridas no es sencillo, requiere de nuestra voluntad y de un trabajo personal fuerte para encontrar el amor incondicional a uno mismo.

Sanar las heridas del alma

El gran valor de la sanación reside no solo en que desarrollamos nuestra capacidad para amarnos sin juicios sino porque en la medida en que sanamos somos capaces de trasladar sus beneficios a otras personas, es decir, me vuelve sensible no sólo hacia mi dolor sino hacia el de otros. Vale la pena incluir en este apartado la historia de Quirón, personaje de la mitología griega.

Quirón fue un centauro inmortal hijo de dioses, hermano de Zeus y maestro de otros dioses como Hércules, quien durante una pelea lo hirió accidentalmente en una pierna con una flecha envenenada. Quirón, al ser inmortal, tuvo que soportar la herida y resignarse a que jamás sanara.

En busca de algo que lo curara, experimentó con cada cosa que existía tanto en el cielo como en la tierra y así se transformó en maestro en el arte de sanar. Un día encontró a Prometeo encadenado a una roca condenado a soportar que hasta que alguien tomara su lugar voluntariamente, durante el día un águila le devorara el hígado, mismo que por la noche le volvía a crecer. Quirón comprendía a tal grado el dolor de Prometeo, que se ofreció a cambiarle su propia inmortalidad. Como podemos ver, el aspecto fundamental de Quirón es el del sanador que es capaz de comprender el dolor de otro, darle consuelo y sanarlo.

Sanar es un proceso, no se trata de un momento mágico en el que de pronto la herida desaparece; lo que sí podemos hacer es poner nuestra voluntad en ello, en atender las emociones que acompañan la herida como la tristeza, la vergüenza, la culpa. En este sentido, también requerimos del desarrollo de nuestra capacidad para aceptarnos y respetarnos además de una nueva visión donde cuidemos nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestra integridad en el afán de exponernos cada vez menos a situaciones que pudieran ser dañinas o bien que aprendamos nuevas formas para enfrentarlas.

Una forma de sanar es a través de la psicoterapia corporal, ya que el cuerpo es tan inteligente que siempre encuentra la forma de mostrarnos lo que debemos resolver; en las sesiones de terapia podremos encontrar a través de él, un camino para ver y aceptar el dolor que ha causado en nuestra vida el rechazo, el abandono, la humillación, la traición o la injusticia y ser conscientes de cómo nos hemos aferrado a experiencias dolorosas por miedo o por no saber qué hacer con ellas.

El miedo hace que tengamos creencias que bloquean nuestra energía y disminuyen nuestro bienestar físico, emocional y espiritual. Es posible que al inicio del trabajo terapéutico sea difícil aceptar e incluso negamos algunos sentimientos como la ira, el rencor o el resentimiento, sin embargo dejar que drenen las emociones es uno de los pasos fundamentales para la posterior sanación.

La sanación también significa perdonar a las personas y circunstancias que en algún momento contribuyeron a la formación de la herida. El perdón libera y reconcilia con uno mismo, quita el poder que la victimización o el rencor, abre la puerta para tomar decisiones desde un lugar más adulto y maduro para desprendernos del pasado y sanar nuestro presente así como para darle a nuestro cuerpo la oportunidad de librarse de dolores y bloqueos energéticos.

La Dra. Sarah Pérez dice que el perdón es uno de los actos más nobles que puede consumar una persona, aunque como recurso curativo ha sido subutilizado. Se ha demostrado científicamente que perdonar resulta una eficaz medicina por ser una especie de bisturí simbólico que corta el cordón umbilical que nos une al dolor, lo nutre y lo conserva. Su efecto positivo en la salud física y espiritual mejora nuestra calidad de vida en sentido general.

Toda vez que podamos encontrar alguna forma de sanar nuestra herida, seguramente estaremos listos para contribuir a la sanación de otros. Jung consideraba que una dolencia del alma y los problemas que se superan en la vida son una fuente de sabiduría y de sanación para otros; que el Sanador Herido es capaz de comprender lo que un paciente siente pues ha vivido lo mismo y que a nivel subconsciente, el paciente lo percibe abriendo un conducto de comunicación a espiritual, de esta forma se establece una relación beneficiosa para ambos ya que el paciente también puede ser instrumento para la propia sanación del Sanador.

Conclusión

Cada uno tenemos una historia en la que se entrelazan diversas situaciones y circunstancias que nos hacen sentir o creer desde edades tempranas que nuestro derecho a la vida, al gozo, a la libertad y al amor está negado causándonos una herida en el alma que limita nuestra felicidad, bloquea nuestra energía y nos separa de la unidad; a pesar de ello, existe en nuestro interior un principio evolutivo hacia el bienestar que propicia que por naturaleza busquemos nuestro bien. Nuestra resiliencia se vuelve un valioso recurso para responder a circunstancias adversas, reconociendo que “tengo, soy, estoy y puedo” lo que me permite darme cuenta que cuento con recursos para hacerme cargo de mi por dolorosa que pueda ser la herida.

En muchas ocasiones es difícil movernos del dolor porque creemos que hay beneficios en la victimización, la dependencia, la tragedia, etcétera, y sólo son obstáculos que nos ponemos para paralizar nuestra energía y tener una vida aparentemente “cómoda”.

Cuando logramos trascenderlo y somos empáticos con nosotros mismos, podemos iniciar un proceso de sanación. Nosotros mismos debemos curarnos, no hay más alternativa pues nadie más conoce de nuestros temas y lo que nos aqueja.

Cuando iniciamos un camino para la auto reconciliación a través de la sanación, estamos también aportando para que otros más se sanen; contribuyo no sólo a mi desarrollo sino al desarrollo colectivo. Para aprender a reconocerla y aceptarla, el trabajo psicocorporal resulta una útil herramienta en el camino del autoconocimiento, perdón, toma de conciencia y responsabilidad,

Sanar mis heridas es dar un paso hacia la conciencia, hacia el cumplimiento de mi misión en este mundo, de manera que en la medida en que la reconozca, lograré transformarla en un amor maduro e incondicional.

Notas y bibliografía

1. Grotberg, Edith. La Resiliencia en el Mundo de Hoy. Ed. Gedisa.
Bailey, Marilenca. Introducción al Proceso Evolutivo de la Conciencia y el Carácter. Antología de Tercer Semestre para la formación de psicoteraputas corporales humanistas. Instituto Integra. 2011.
Bibliografía del Patito Feo.
Myss, Caroline. Anatomía del Espíritu.
http://www.pathworkmexico.org/sitio/conferencias-del-guia/index.html
http://blogdetatitu.blogspot.mx/2006/04/heridas-del-alma.html

LAS 5 HERIDAS QUE IMPIDEN SER UNO MISMO (resumen del libro de lise burbeau)


http://es.scribd.com/doc/6703090/Sanacion-Del-Alma-Grun
http://www.librosaulamagna.com/libro/sanando-las-heridas-del-alma-el-verdadero-concepto.del perdon/40910/3856

LAS 5 HERIDAS QUE IMPIDEN SER UNO MISMO (resumen del libro de lise burbeau)


http://profesoragrahasta.com/el-aura/las-heridas-del-alma.html
https://instituto-integra.com/humanismo.html
http://yoevoluciono.com/2012/07/04/el-llamado-de-la-conciencia-richard-moss/
http://webspace.ship.edu/cgboer/rogersesp.html
http://www.bibliotecapleyades.net/ciencia/esp_ciencia_bioenergetica04.htm
http://sanacionnatural.net/el-perdon-y-sus-efectos-curativos-por-sarah-perez-barnes

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