Home
Anatomía emocional. El amor un vínculo entre cabeza, corazón y genitales

Anatomía emocional. El amor un vínculo entre cabeza, corazón y genitales

Por: Patricia Morales Herrera

El amor, es al mismo tiempo lo más anhelado por los seres humanos, y las más de las veces lo inalcanzado, o bien, una vez logrado, perdido por diversas razones. Lo cierto es que sí es una de las grandes tareas, por no decir que la más, de todas las personas en la vida. Podemos hablar de él como una actitud, una manera de ver la vida, una emoción y un sin fin de acepciones, pero todas ellas, indiscutiblemente nos llevan a reflexionarlo como un proceso fisiológico del cuerpo.

A partir de esta reflexión, es entonces que estamos en aptitud de analizarlo como cualquier proceso fisiológico, aunque no por ello, tal vez, el más importante, cuya finalidad es la de fomentar el bienestar del organismo, experimentado como placer y gozo. El corazón es el símbolo por excelencia, del amor. No solo simboliza el centro emocional de la humanidad, sino también el espiritual. La manifestación más clara de la fuerza vital en el organismo humano, es el propio latido del corazón, el pulso rítmico que transporta la sangre a través de todo el cuerpo humano.

Los sentimientos que provoca la asociación del corazón con el amor, no son simplemente ideas de la imaginación, a pesar de que los cardiólogos y muchas personas, consideren esta asociación como algo simbólico. En realidad, cada sentimiento provocado por el amor, es un proceso fisiológico, así, cuando nos sentimos tristes o alegres ocurre algo a nivel físico en el cuerpo que nos hace sentir así. Esto podemos describirlo como un aumento o disminución del estado de excitación del cuerpo. Cuando nos excitamos nos sentimos ligeros y viceversa, si no hay excitación nos sentimos pesados o deprimidos. Y, cuando hablamos de la excitación provocada por el amor, indudablemente, la sentimos en el corazón. El simple pensamiento del ser amado o su visión hace que nuestro corazón lata más rápido y se sienta más ligero, o incluso de un salto.

El estado de excitación varía dependiendo de la edad, a mayor edad, menor grado de excitación y viceversa. El estado de excitación de cualquier persona se verifica en su cuerpo. Alguien con un alto grado de excitación, tiene mayor flujo sanguíneo hacia la superficie del cuerpo, los ojos le brillan, el tono de la piel le mejora, sus movimientos son más espontáneos, sus manos están calientes, el cerebro se activa y el corazón late más rápido. Por el contrario en un estado de excitación negativa, por ejemplo en estado de pánico o miedo, el cuerpo presenta movimientos violentos e inconexos y la excitación de concentra en mayor medida en la musculatura y el corazón, que puede latir a un ritmo muy acelerado, a grado tal, de que la persona puede morir al paralizarse el sistema muscular y dejar de latir el corazón. Queda claro entonces, que la excitación positiva se da ante una situación placentera y así el cuerpo se expande, la respiración es profunda, fácil y lenta-fluída, por el contrario, en la excitación negativa, que surge ante el temor o el peligro, el cuerpo está contraído la carga se retira de la superficie y la respiración es poco profunda, forzada y rápida.

Así las cosas, la emoción del amor produce el efecto más saludable en el cuerpo. Si estamos enamorados, irradiamos alegría, nos brillan los ojos y la piel, debido al intenso flujo de sangre que llega a la superficie del cuerpo y sobre todo, a la excitación e intensa pulsación de los órganos y tejidos.

El amor no siempre produce placer, frecuentemente resulta doloroso cuando nos rechazan o nos abandonan y la intensidad del dolor está en proporción directa con la intensidad del amor. Como todo dolor, su angustia hace que la sangre se retire de la superficie del cuerpo hacia el centro, sobrecargando el corazón y produciendo una sensación de pesadez y desesperanza. Y si pensamos en una persona que carga esta angustia desde la infancia, tenemos a alguien que como adulto tiene miedo al amor, aunque conscientemente lo desee, pero desafortunadamente como su recuerdo del dolor está en el inconsciente, su cuerpo está bajo el control del sistema nervioso simpático, que le inhibe el flujo sanguíneo a la superficie.

La excitación alcanza su punto máximo cuando hay contacto amoroso entre dos personas. Sin embargo, existen otras maneras de establecer un contacto amoroso sin tocar el cuerpo de la otra persona, por ejemplo a través del sonido, cuando el bebé reconoce la voz de la madre, las palabras de amor entre dos personas, las miradas, que pueden ser cálidas u hostiles, o incluso excitantemente amorosas, el contacto amoroso puede empezar con una mirada, pero, si sigue su curso natural, terminará en un abrazo o en un contacto más íntimo entre dos personas.

Pero, el amor no se limita exclusivamente al amor sexual entre un hombre y una mujer. El amor existe dondequiera que hay placer y deseo de proximidad. Un niño que ama su peluche, el vínculo que se da cuando una persona ama su mascota. Amar es sentirse conectado, ya sea de un modo abstracto, o de un modo físico, mediante la proximidad y el contacto físico y la conexión energética (Lowen, 1990).

Ahora bien, debemos distinguir entre la excitación del amor y la satisfacción del amor. Existen personas que por diversas razones nunca han experimentado la excitación del amor que se da cuando se abre el corazón plenamente a otra persona, porque su corazón está cerrado, lo cual no significa que nunca pudiera ocurrir el milagro del amor, es decir, cuando alguien lo atraviese y lo despierte.

¿Cómo es que se produce esta reacción tan intensa entre dos personas? La respuesta es: porque se despierta en el inconsciente una sensación recordada de placer y excitación. El enamoramiento se da, cuando creemos haber encontrado de nuevo esa sensación, y, nos estamos refiriendo a la vida intrauterina, y de hecho, para algunos, este estado paradisíaco continúa algún tiempo después del nacimiento, mientras la madre da alimento y protege (Lowen 1990). De niños tenemos dos objetos del amor: nuestros padres. En el amor de cada uno conocemos el gozo que es posible cuando uno ama y es amado. Y esto es tan cierto, que aún y cuando posteriormente el niño en cuestión sufra maltrato por sus padres o alguno de ellos, existe el anhelo de volverlo a encontrar. Así, si aparece alguien en nuestra vida que se asemeja a ese amor perdido, sentimos que nos enamoramos. Pero la realidad es que las más de las veces, es solo una ilusión y el sueño se rompe. Y, el problema es que amor, en la práctica significa dos cosas: uno es el anhelo de proximidad que surge de la necesidad, y otra es el deseo de cercanía emergido de una plenitud del corazón. En el primer caso, estamos ante un sentimiento de amor infantil, inmaduro, que aunque sea genuino, parece desesperado y su objetivo es atar a la otra persona, genera apego – y algo muy importante: esta co-dependencia también se expresa en la relación sexual, por lo que ésta proporciona poca satisfacción. En el segundo caso, el amor que brota de la plenitud de ser es un amor maduro, que no ata a la persona amada, sino que la deja libre y se entrega sin condición, por el simple anhelo de cercanía emergido de la plenitud del corazón.

La intensidad o plenitud del amor de una persona se refleja en la calidad del músculo cardíaco, como cualquier músculo responde al trabajo ejercido sobre él, y en consecuencia de su estado de relajación, y con esto nos referimos a expresiones tales como: “se me rompió el corazón”, “brinca de alegría mi corazón”, “duro de corazón”, “blando de corazón”, y cualesquier otra que se nos ocurra. Así mismo, el tejido muscular tiende a perder su blandura con la edad, lo que constituye un proceso de endurecimiento. Un corazón blando, experimenta un sentimiento de amor más intenso que un corazón que se ha enfriado y endurecido. ¿Cómo se enfría y endurece un corazón? La respuesta se encuentra en la estrecha relación entre el odio y el amor. El odio es un amor que se ha vuelto frío, a partir de repetidas decepciones, así que el proceso no es sencillo ni mucho menos rápido.

Si queremos comprender este proceso, es menester recordar que el impulso central del corazón es el de salir de uno mismo para alcanzar algo. Si encontramos una respuesta negativa a nuestra búsqueda nos encolerizamos y si ésta expresión choca con una reacción hostil, la persona se retira y se percibe negado en su derecho a luchar por la satisfacción de sus necesidades. Esto no significa que estemos obligados a recibir toda expresión de cólera del otro, pero en una relación verdaderamente amorosa, se tiene el derecho a irritarse y que se comprenda tal irritación, no a rechazarla de tajo. Introducir el poder o la autoridad en una relación de amor, es traicionarla. Si un niño, se ve negado en su derecho a enojarse, porque sus padres interpreten sus expresiones de cólera como un desafío a su autoridad, el niño permanece en esa relación por ser dependiente, pero su amor acaba por transformarse en odio, es decir, el impulso vital de contacto se hiela (Lowen 1990).

Ahora bien, ¿cómo se refleja esta experiencia fisiológicamente? Veamos, la cólera provoca un impulso de pegar, el cual al suprimirse deja en estado de tensión y contracción los brazos y parte alta de la espalda, la supresión del impulso de pegar provocado por la cólera deja a la persona en un estado contraído y helado. El individuo no es consciente de esta dinámica, ni sabe que el odio que siente está relacionado con una traición al amor que sintió en el pasado. No comprende que el odio que siente puede expulsarse y el amor reactivarse movilizando la cólera encerrada en los músculos tensos del cuerpo. La tensión en los músculos de los brazos y parte superior de la espalda retiene la cólera que se expresaría mediante golpes. La tensión en los músculos de la mandíbula retiene una cólera que se expresaría mordiendo, las piernas son otro lugar donde reside la cólera. Para algunos autores como Reich (citado por Lowen, 1990) el impulso de amar puede ser lo bastante fuerte como para atravesar el músculo tenso, pero puede emerger por esta razón, en sadismo.

Por otro lado, alrededor de la pelvis podemos tener un anillo de tensión debido a experiencias de vergüenza, temor y culpabilidad en relación con las sensaciones sexuales y su expresión, debido a experiencias de temor y culpabilidad en una edad temprana. Esto no evita que se produzca la excitación sexual, pero sí puede bloquear la fusión del yo con el calor de la pasión, lo que constituye una efectiva renuncia al amor de manera inconsciente (Lowen 1990). Este panorama, energéticamente se refleja mediante espasmos musculares en la parte inferior de la espalda y la pelvis que impiden el flujo descendente de la excitación hasta el vientre y los genitales, de manera tal que, el sexo no tiene conexión con el corazón, al igual que éste no tiene conexión con la mente. Esta situación afecta nuestro yo consciente, destruyendo la sensación de estar integrado, de ser una totalidad y la conciencia queda confinada en la cabeza y no se identifica ni con el corazón ni con los genitales, en consecuencia, la actividad sexual se convierte en una actuación destinada a demostrar habilidad masculina o femenina, y no como una expresión del amor. El resultado de esta división, es un corazón separado con graves consecuencias en su salud.

Una forma de verificar la salud del cuerpo desde el nivel energético es a través de la respiración, debido a que ésta refleja la pulsación del corazón y las arterias que sirven para unificar el cuerpo en un nivel inconsciente. Los movimientos respiratorios forman oleadas que atraviesan el cuerpo de un extremo a otro. La inhalación empieza en la parte inferior del abdomen y se dirige hacia arriba, hasta la cabeza, mientras que la exhalación fluye en la dirección inversa. Así las cosas, las tensiones musculares descritas anteriormente y que tienen su origen en creencias del inconsciente, restringen la respiración en uno o dos segmentos del cuerpo, afectando negativamente la salud del corazón. No debemos olvidar que somos seres holísticos, organismos creativos y cambiantes en los que el todo no es igual a la suma de las partes y en consecuencia nuestras emociones intervienen no solo en nuestra supervivencia, sino también en nuestro proceso madurativo y social.

CONCLUSION

La salud del corazón está directamente relacionada con nuestra salud emocional, misma que a su vez se refleja en nuestra respiración y pulsación sanguínea. No en vano, las frases como “se me rompió el corazón”, “brinca mi corazón de alegría”, “se me apachurró de dolor” o cualesquier otra reflejan realmente el estado de ese músculo. Así las cosas, el amor, para efectos de este trabajo, es una integración de cabeza, corazón y genitales, fluyendo y pulsando armoniosamente a través de una respiración que apoya la pulsación del corazón y las arterias como una fuerza para unificar el cuerpo en un nivel inconsciente. De ahí la importancia de no sólo trabajar con el cuerpo a un nivel consciente, sino también con las emociones y creencias a nivel inconsciente, pero sin concentrarnos o desgastar nuestra energía en las personas o experiencias a las que podamos “culpar” de la programación que nos está perjudicando, no, lo que debemos hacer es reescribir el “mensaje” o la creencia, porque éstos son los que han ocasionado el comportamiento que nos daña en la actualidad, por lo que considero, igual que muchos pensadores, como (Fromm 2012) y (Lipton 2015), que antes de lanzarnos a la aventura del amor, y si queremos que ésta llegue a buen término, asegurarnos que nuestra creencia y vivencia fundamental sea: me amo a mí mismo.

BIBLIOGRAFIA

– Alexander Lowen. EL AMOR, EL SEXO Y LA SALUD EMOCIONAL , Ed. Herder Barcelona, 1990
– Rosa Casafont. VIAJE A TU CEREBRO EMOCIONAL, Ed. B, S.A, Barcelona, 2014
– Bruce H, Lipton. EL EFECTO LUNA DE MIEL, Ediciones GAIA, 2013, Madrid, España.
– Erich Fromm. EL ARTE DE AMAR, Editorial Paidós, México 2015.

Abrir chat
Bienvenido a INTEGRA. Favor de darnos: Nombre completo, mail, y programa que le interesa, así como país/ciudad por favor.